Los aviones ultralivianos son un tipo de aeronave diseñada para tener poco peso y un bajo consumo de combustible. Este tipo de aviación recreativa surgió a mediados de la década de 1970, con modelos construidos en tela hasta llegar a la actualidad donde existen diferentes aeronaves que muchas veces igualan las prestaciones de los aviones comerciales.
El doctor Andrés Chahin Ferreira (55), cirujano de columna es un entusiasta piloto de este tipo de aeronaves y recuerda que desde siempre sintió interés en todo lo que significaba volar, un anhelo que el hombre ha tenido a lo largo de toda su historia.
“El vuelo me ha interesado siempre, la ventaja que tiene el vuelo de este tipo es que te permite conocer e ir a lugares donde muchas veces nunca vas a ir. Puedes llegar de manera rápida y segura”, explica.
Con solo 18 años el doctor Chahin recuerda que comenzó volando en alas delta y desde ahí nunca más paró.
“Volé en ala delta puro durante casi 20 años”, comenta agregando que luego comenzó a utilizar un ala delta motorizada, que se considera dentro de la categoría de ultralivianos, para luego pasar a otro tipo de aeronave “que ya tiene el mismo aspecto de un avión o de una avioneta convencional, solo que en dimensiones y peso son inferiores, que es lo que le da el carácter de ultraliviano”.
Uno de los modelos que actualmente pilotea el doctor Chahin es un PA18, “que es bien similar a un avión convencional, pero a una escala inferior en el peso, si ese avión normalmente pesa unos 800 kilogramos, este pesa 200 y eso lo hace ultraliviano, pero el vuelo es exactamente el mismo, las velocidades son un poco menores y tiene las mismas restricciones en altura, solo que tiene un despegue y un aterrizaje más corto”, explica.
Según detalla el especialista, la altura que alcanzan estos modelos es la que se permite en un denominado vuelo visual, superando los cuatro mil metros de altura y llegando a los 12 mil, aunque aclara que no es por la condición de ultraliviano, sino más bien por la condición del piloto. “Si llevas oxígeno puedes seguir subiendo y hay algunos récords de 28 o 30 mil pies en ultraliviano, pero con oxígeno para no tener problemas de hipoxia”, señala.
“En general es un vuelo más bien visual, lo habitual es que se vuele hasta los ocho o diez mil pies de altura, desde los mil pies sobre terreno”, comenta agregando entre risas que este tipo de aeronave tienen “más autonomía que el piloto, a una velocidad de unos 140 kilómetros por hora, pueden volar aproximadamente seis horas, pero en general, los vuelos que hacemos son de entre tres y cuatro horas”.
Contacto con la naturaleza
El doctor Andrés Chahin participa de un club de ultralivianos que está ubicado al sur de Lampa, desde donde cada fin de semana despega regularmente.
“Cada uno arma su paseo, pero en general hacemos dos raids grandes al año: en septiembre hacia el norte y en el verano, en febrero hacia el sur”, señala el doctor Chahin comentando que llegar a nuevos lugares es siempre un desafío interesante que permite desplegar nuevas habilidades.
“Por ejemplo hacia el sur siempre nos hemos puesto una meta. Hace diez años nuestra meta era pasar a Chiloé, porque daba un poco de susto volar arriba del canal. El primer vuelo que hicimos fue a gran altura, calculando cuál era la rata de descenso para poder llegar a tierra firme al otro lado, pero hoy en día pasamos el canal a un metro del agua, volamos sin ningún problema”, destaca agregando que “este verano pudimos conquistar el campo de hielo sur, a orillas del lago Fritz Roy”.
Fue también en uno de estos viajes, pero con destino al norte, cuando su grupo se vio envuelto en una polémica en 2017 luego de aterrizar producto de una emergencia en un sector privado de la localidad Totoral, en Caldera, mientras se desplegaba el fenómeno del desierto florido.
Y aunque el tema fue polémico a nivel de medios, el doctor Chahin rescata que luego de este episodio incluso se obtuvieron beneficios para los cultores de esta disciplina. “Hoy en día se cambió la ley y uno puede aterrizar en emplazamientos que no sean pistas autorizadas, siempre que estén las condiciones y el dueño del terreno lo permita”, señala agregando que esto valida lo que el grupo viene realizando hace más de 20 años.
“Un ultraliviano pesa 200 kilos, menos que una moto y apenas toca el terreno, casi no tiene recorrido porque a los 60 metros está en el aire. El daño que hace es cero y esa roca que había en el desierto florido es muy resistente, ha pasado el Dakar que son kilómetros de erosión de camiones, autos y motos, pero nunca se dijo nada”, recuerda.
Para el doctor Chahin, volar es una forma de aventurarse, pasear y conocer sitios inexplorados.
“Hay zonas en la cordillera del sur de Chile que uno jamás iría a conocer, lagos que son vírgenes porque ha llegado muy poca gente y en un día de vuelo puedo llegar, conocerlo, tener un contacto con la naturaleza y regresar dentro del mismo día. Si lo hiciera caminando me demoraría siete días en llegar, es más o menos así la relación”, puntualiza.
Sobre lo que ha significado para él dedicarse a esta afición, el doctor Chahin lo destaca como una mezcla entre disciplina y pasión que compatibiliza con su actividad como traumatólogo.
“Yo me dedico a la cirugía de columna y en esta área siempre hay que actualizarse, así que esta es una vía de escape para esos largos días quirúrgicos que tenemos. En el fin de semana permite poder escaparse un poco y eso lo mantiene a uno mental y físicamente activo. Además, en el vuelo permanentemente hay que actualizarse e ir aprendiendo, ir avanzando en el tipo de aviones que uno pilotea”, detalla.
Y aunque sigue volando en ultralivianos, el especialista destaca que también realiza vuelos como piloto privado y que parte de su tiempo en el aire lo destina al vuelo de aviones anfibios. “Para el sur me gusta mucho aterrizar en el agua”, señala agregando que actualmente también está realizando el curso para ser piloto de helicóptero.